El pasado 2 de octubre, Álvaro Uribe sorprendió al mundo y probablemente también a sí mismo. Contra todo el poder y todos los pronósticos, cuando hasta sus amigos lo tenían por loco o por políticamente muerto, logró que los colombianos rechazaran el acuerdo de paz patrocinado por el Gobierno de Juan Manuel Santos y la guerrilla de las FARC. El No obtuvo el 50,2% de los votos en un plebiscito que se diseñó para ser ganado. Y Colombia se paralizó. ¿Qué va a pasar ahora? ¿Cómo evolucionan la guerra y la paz? ¿Y qué revela su victoria sobre la relación entre los ideales y la realidad, la razón y las emociones, las élites y la ciudadanía? El lunes llegué a una borrascosa Bogotá para hacerle a Uribe todas estas preguntas.
Inmerso en las delicadas negociaciones para un nuevo acuerdo, con el Nobel Santos advirtiendo sobre la cicatera paciencia de las FARC, el ex presidente sacó tiempo para dos largas conversaciones en el patio de un pequeño hotel junto a la desolada plaza Bolívar. Contra un fondo de orquídeas —símbolo nacional colombiano— Uribe se reveló una rarísima avis, híbrido de nueva política y convicciones democráticas, de tácticas líquidas y principios sólidos, de Twitter y verdad. Y Fénix. Mañana estará en España y aquí está hoy su palabra.
Continue Reading